miércoles, 13 de mayo de 2009

LA TRISTEZA DE SANT MARTÍ


Desde hace un tiempo, habitar o dar un simple paseo por Campelles se ha convertido en un lamentable viaje en el tiempo, donde al dirigir la mirada a un lado de las escaleras de nuestra iglesia contemplo al mismísimo Sant Martí agazapado y deprimido.

- ¿Qué le sucede, buen hombre? - Le pregunto.
Debe ser la crisis. – Me responde.
- ¿A que se refiere? – Le insisto.
Y derramando una lágrima, con voz triste y apagada me susurra e indica que dirija la mirada hacia el reloj del campanario...

Pero detengámonos aquí.
Creo que me estoy dejando llevar por la nostalgia y el lector no sabe a que me estoy refiriendo ni que historia estoy contando, así que aprovecho que mi ordenador ha despertado del estado de letargo en el que estaba sumido e intentaré narrar lo que Sant Martí pide a gritos sordos.

En mi bonito pueblo, y sobresaliendo por encima de las casas y situada en el centro del mismo se asienta la iglesia románica de Sant Martí, cuya existencia aparece ya citada en el año 1035 como iglesia parroquial, aunque del edificio románico original ya no se conserva ni el pomo de la puerta. Eso si, parte de un lienzo de pared orientada a mediodía, con un tipo de construcción que relacionamos con el estilo románico del siglo XI todavía perdura inmutable a pesar del paso del tiempo. La antigua iglesia parroquial fue reformada y ampliada a finales del siglo XVIII, y su orientación se modificó.

La cuestión es que Campelles, el pueblo sin ley, ha amanecido y anochecido desde el mes de septiembre de 2008 hasta hoy con el sonido de las campanas tocando a muertos cada quince minutos.
¿Acaso muere alguien cada cuarto de hora en el pueblo y sólo de día? ¿Acaso vivimos tantas almas en él para que las defunciones hagan acopio de las citadas 14 horas del día? ¿Solo muere la gente desde las 8:00 hasta las 22:00 horas? ¿Tiene la muerte un horario establecido?

Porque claro: si tuviéramos que dar una explicación racional y medianamente comprensible a tal fenómeno resultaría (nada más y nada menos) que 56 personas pasan a mejor vida cada día, y que yo sepa solamente tenemos 100 vecinos censados, aunque lo que se dice habitar, habitamos 34 personas y 1 "personajillo", además de algunas gallinas huérfanas y un perro de orejas al viento y andares cansinos, así que inexorablemente me vienen muchas preguntas a la mente:

¿Será una premonición? ¿Se harán realidad las siete profecías Mayas? ¿Queda suficiente madera en nuestros bosques afeitados para elaborar tantos ataúdes? ¿Tenía razón Nostradamus cuando predijo tanta muerte y calamidad? O todavía más simple: ¿Acaso no se podría reparar el reloj?

Las viejas campanas cada 900 segundos recuerdan a habitantes, excursionistas, “pixapins” y otras alegres gentes que se acercan a nuestro bello pueblo para pasar un día agradable en contacto con la naturaleza que se han adentrado en el pueblo de la muerte. Quizás sea ese el destino real de Campelles. De hecho no hay más que contemplar al pobre Sant Martí en su triste y depresiva soledad.

A veces me pregunto si lo que realmente muere y merma cada quince minutos es el fondo público del ayuntamiento, porque a la vista de los acontecimientos parece ser que la reparación del reloj necesita una ejecución tan complicada comparable al pulido de la lente mayor del observatorio de Monte Palomar, o de un previo informe elaborado por un técnico de la NASA experto en fisión nuclear, cuando a mi parecer, con un simple andamio se podría solucionar.

Para que el lector no piense que escribo desencaminadamente, puedo aportar a este escrito que hace escasamente un par de años, y después de percibir la subvención pertinente, alguien tuvo la ingeniosa idea de conectar vía satélite dicho reloj.

Según fuentes consultadas he llegado a la conclusión que no puede ser otro que el mismísimo Sputnik I, de fabricación Rusa y comprado de saldo en el mercado negro de la U.R.S.S, porque de otra manera no lo puedo entender.
El resultado de esta innovadora idea y tan laboriosa misión de ingeniería es obvia: Falla cual escopeta de caña desde el primer día, congelado en las 11: 15 horas durante todo este tiempo.

Con el fin de que se comprenda cómo se opera por estos lugares, puedo también comparar este caso con otro fenómeno paranormal pendiente de explicación: El de los murales de cristal del rosetón de la iglesia; Me refiero, claro está, a una nueva chapuza (otra más). Un mal día se desprendió un pequeño cristal del mismo, y las autoridades, en un alarde transitorio y sintiéndose por una sola vez responsables y defensores del patrimonio cultural de la humanidad decidieron subsanar la irreparable pérdida, dando el previsible y lastimoso resultado de un rosetón vestido y decorado con cartón de embalar, pintado posteriormente. Eso si, el frío no entra, ya que la lluvia ha transformado el material en una masa difícil de penetrar.

¿Dónde ha ido a parar el mural original? ¿Quizás a algún museo? ¿No era más fácil reponer el fragmento de cristal roto que arrancarlo al completo y sustituirlo por un simple cartón? ¿Qué tenia que ver el uno con el otro?


Por otro lado, me pregunto que habrá sucedido con el reloj original, me refiero al que incansablemente nos hizo saber el tiempo durante 200 años, ya que conviene recordar que el mentado actual y primo hermano del Sputnik es una burda réplica del anterior. ¿Quizás estará en el mismo museo que los murales?


No puedo entender la negligencia y falta de escrúpulos de algunas autoridades que aún a sabiendas de lo que acontece no hacen nada al respecto, aunque por otro lado la explicación es bastante simple: falta de vergüenza.

¿Cómo no va a estar depresivo Sant Martí?
Es cierto que después de la guerra nuestra iglesia románica se fue deteriorando y sufrió el inexorable abandono durante décadas, y es comprensible, pero no hay peor guerra o batalla que la que mantiene el alma triste de este fraile beatificado desde hace mucho tiempo con los que le usurparon su iglesia, y al mismo tiempo nuestro patrimonio cultural.

He visto casos de jóvenes “okupas” en los que han sido desalojados de los inmuebles donde se alojaban por las fuerzas del orden, pero señores, por lo menos ellos pintaban las paredes, gestión que parece demasiado difícil para los mandatarios de Campelles, por lo que han demostrado hasta ahora.

Tambien he visto películas donde aparecen extraños artefactos llamados “máquinas del tiempo” que hacen posible un viaje a voluntad a través de el, hacia delante y hacia atrás, y observando detenidamente al fraile con ese gesto doliente, su alma hundida y su rostro atormentado y seco, comprendo su preocupación al haber tenido la oportunidad y suerte de contemplar la iglesia en todo su esplendor y compararla con el estado en que se encuentra actualmente. Así que lo único que me queda es unirme a su pesar, con mi moral desplomada y sin posibilidad de recuperación en vista a la evidente falta de moral y respeto que nos rodea.

Según la leyenda, yendo de camino por el bosque Sant Martí encontró un mendigo desnudo a merced del frío. Partió su capa y lo vistió. A partir de ese momento sus fieles siempre hemos esperado que con su otra mitad protegiera y cubriera nuestro pueblo, pero Campelles está ahora al descubierto.

Por otro lado, me pregunto si ese hombre al que veo es realmente Sant Martí, o es Zapatero disfrazado de monje benedictino, porque las malas lenguas dicen que por allí anda de vez en cuando, recomendado por ilustres personajes que pasaron por allí antes que el, ahogando sus preocupaciones rezando algún que otro salmo incomprensible.

Que el lector saque sus propias conclusiones, porque a la vista de estos acontecimientos, creo sinceramente que el cabreo de Sant Martí, el patrón de nuestro pueblo, tiene plena justificación. Se quedó sin capa, sin iglesia, sin cristales, sin reloj, sin comunicación con el satélite, y si me apuran… sin calzoncillos.

Suplicare por su alma y espero que no coja también la gripe porcina de tanto meditar a la intemperie. Y es que cuando uno carga con la cruz…

Acerca de la fotografía del perrito:
Autor: Ignacio López / Fuente:
MIRADAS DE PASO (CAMPELLES)